Hoy un amigo me
dijo que perdimos la conexión. Me hizo ver algo que estaba negando. Algo que
hace rato que noto pero que decido ignorar. Estar lejos de los seres queridos
tiene su precio. Primero no pasa nada, después extrañamos un poco. Después los
soñamos, cada idea que se nos ocurre de reencuentro nos hacemos la película
completa con final feliz. De a poco pensamos en menos personas. Algunos de esos
seres queridos se nos escapan de la memoria, no los olvidamos, pero dejan de
aparecer en nuestros sueños. Van quedando menos, asumimos que esos son lo esenciales,
los queridos de verdad. Pero nos duele pensar en dejar ir a aquellos que no
caben en el grupo selecto. Formulamos con una lista de la gente en ese grupo,
la formamos activamente. Ponemos familiares, amigos de toda la vida, amigos de
no hace tanto, alguien que nos impactó fuertemente, etc. Pero la lista no la
hacemos voluntariamente, la hace nuestro corazón y no nos avisa. Dicen que el
tiempo cura las heridas, pero no es exactamente así, el tiempo neutraliza los
sentimientos, hace que las cosas nos importen menos, por lo tanto las heridas
dejan de doler. Así mismo las pasiones dejan de arder y los apegos se
desapegan.
Hace tiempo
empecé a ver las discrepancias entre mi lista y la lista real. No lo quise
aceptar, no lo quiero aceptar. La frase que dice que no apreciamos lo que
tenemos hasta que lo perdemos es muy cierta. Me resuenan mis propias palabras.
Esas que estando frío y ajeno al problema le digo a la gente, esas que pienso
cuando me pongo a filosofar. No podemos tener todo, la torta es finita pero más
grande que lo que podemos morder de una vez. Yo me fui de viaje solo para
alejarme de todo lo cómodo en mi vida, a ver cómo me desenvuelvo sin esas
cosas, sin esas personas, lejos de esos lugares familiares. Pero nunca pensé en
este sentimiento tan amargo, que es más que el extrañamiento. Es la sensación
de perder gente querida. Esta conexión de la que hablaba mi amigo, como toda
conexión, tiene una lógica. Requiere de dos seres vivos, en este caso personas,
un sentimiento afectuoso o de complicidad hacia el otro, y la aceptación de
ambos del sentimiento del otro. Con que se debilite uno de esos factores es
suficiente para que la conexión se pierda. Cuando sólo una parte abandona (por
las razones que sean), la conexión se rompe, pero si la otra parte sigue
luchando fútilmente para reanimarla creyendo que la está manteniendo viva,
puede caer en la desesperación o la depresión. O puede aprender a vivir sin esa
persona especial. En mi caso particular ahora, y por la naturaleza de mi amigo,
voy a seguir insistiendo. Tal vez sea negación, tal vez no, pero las cosas
siempre terminan bien, y si no terminan bien es que no terminaron aún.
Nahuel Lombardi (28)
Dublín - 26/marzo/2016
Otro excelente ensayo!!! Lo que yo he visto y vivido a lo largo de mi vida es que muchos allegados y amigos entran y salen de nuestras vidas, peros los que tengan que perdurar lo harán, aún con intervalos de nebulosa y ausencia.
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